BALSEROS O MICOS
La vía de comunicación más importante de Colombia, la
constituyó sin lugar a dudas el río Magdalena, desde los habitantes
precolombinos, así como la llegada de los champanes en el siglo XVI traídos por
los capitanes Alonso de Olalla y Hernando de Alcocer, al igual que la inclusión
de los buques a vapor en 1823 cuando el vicepresidente Francisco de Paula
Santander le otorga el privilegio a Juan Bernardo Elbers para la navegación en
el río, sin dejar de mencionar el hecho de haber sido utilizada como pista para
los hidroaviones de la empresa Scadta.
Uno de los sucesos trascendentales y que significaba un
atractivo para los habitantes de los pueblos ribereños era el ver pasar las
balsas las cuales no eran más que la forma de transportar la madera hacia
Barranquilla.
Un protagonista de esta faena, Alfonso López Montes hace
un pequeño relato de esta ardua labor. Nací en la Raya Bolívar en 1941, mi
familia fue desplazada por la violencia y nos fuimos para Caucasia y después
para San Jacinto. Mi papa José María López, unos de los primeros en este oficio
de las balsas le dijo un día a mi mamá, nos devolvemos para nuestra tierra y
nos fuimos para los lados de San Pablo Bolívar, nos establecimos a orillas de
la quebrada Cimitarra donde había abundante madera de Cativo
Era el año 1956 yo tenía 15 años, desde esa edad comencé
a trabajar y nos levantábamos a las dos de la maña a tirar hacha, durábamos
hasta tres días cortando las trozas de 4 metros cincuenta centímetros y
esperábamos que se creciera la quebrada para sacar la madera a una ciénaga y
con bejucos amarrábamos los trozos de madera. Una balsa traía 50 trozas y
durábamos diez días para llegar a Barranquilla y había unas lanchas que se
contrataban para los viajes, La Hortensia de Raimundo Torregroza, El Primo de
Gregorio Torregroza y una de los Pau. Cuando pasábamos por los pueblos nos
gritaban “Micos” pero en el Cerro y Sitionuevo era donde más nos gritaban. En
Barranquilla se entregaba la madera a un señor Emiro Torregroza